Imposibilitado para seguir gobernando
Enrique
Calderón Alzati
L
a tragedia, la descomposición social y la
impunidad asuelan nuestro país; no es de ahora, llevamos años así, décadas de
vivir en una nación que no existe, que nos fue arrebatada por gobiernos perversos
que en su tiempo preferimos ignorar, pensando siempre en cuentas regresivas, a
cuyo final vendrían nuevos vientos que nos conducirían a un futuro mejor;
confiamos en promesas que no se cumplían viendo que eran otros los que
disfrutaban de lo que creíamos nuestro, aceptamos el engaño, vivimos con él,
ignoramos voces de alerta, señales que presagiaban tormenta, igual con el
incremento de la inseguridad que con la aplicación de políticas que nos hacían
pagar errores cometidos en nombre de la modernidad y del desarrollo, sin ver
beneficios por ningún lado. ¿Cuánto tiempo tenemos viviendo esta historia de
engaño?
Pero esto no puede,
ni podría ser eterno. A dos años transcurridos de que un nuevo grupo de
bribones de por el rumbo de Toluca se hizo del poder, desplegando campañas
millonarias, mancillando la voluntad de la sociedad mexicana de elegir a sus
gobernantes, prostituyendo la esencia misma de la democracia, al comprar por
igual votos que autoridades con el apoyo masivo de los medios de comunicación
para conformar un nuevo gobierno, dispuestos a superar a sus antecesores en el
saqueo del país –ellos idearon mecanismos que les permitiesen modificar las
leyes para facilitarles la comisión de los delitos pactados a espaldas de la
nación–, los tiempos de cambio comienzan a florecer a lo largo de amplias
regiones del país.
Fue entonces, en
medio del mismo acontecer cotidiano, de impunidad y corrupción desbordada y
seguramente vinculado a él, que un 27 de septiembre un suceso lo cambio todo,
fue el eco de los golpes, de las maldiciones, de los gritos y de los balazos
que se escucharon afuera, en los confines de una pequeña ciudad del sur del
país difícil de ignorar, porque fue allí donde 194 años antes dos ejércitos se
encontraron para consumar la independencia de México. En materia de días, la
noticia de que un grupo de jóvenes estudiantes, de una escuela rural para
maestros, habían sido baleados, vejados y secuestrados por la policía del
lugar, corrió por todo el país como reguero de pólvora; es cierto que no era el
primer suceso de este tipo, de otros hechos similares y recientes ocurridos en
varios estados había memoria, la diferencia era que ahora el salvajismo cobarde
y demencial había corrido por parte de los policías del gobierno, siguiendo
órdenes de más arriba.
Sin medir las
consecuencias, gobierno y partidos trataron de minimizar el problema dándole
largas, e incluso buscando vincular las actividades de los jóvenes
desaparecidos con grupos delictivos, mientras el descontento se generaliza por
buena parte del territorio y de manera especial entre los jóvenes de todo el
país, que haciendo uso de las redes sociales conformaron una corriente de
opinión que ha rebasado ya las posibilidades de contención del sistema. Las
llamas de la indignación han cundido a otros terrenos, a partir de la fatuidad
misma de la familia presidencial, dedicada a pensar en sueños de realeza
palaciega, a hablar de aeropuertos propios de Dubai y de trenes meteóricos de
estilo oriental, cancelados en vano intento de ocultar su modus operandi por
encima de la ley, luego de negar los recursos necesarios para brindar educación
a sus jóvenes de las zonas rurales, con la excusa de la falta de recursos para
esos fines.
Fue entonces que ante
la insensibilidad del Presidente y la ineptitud y falta de oficio de sus
colaboradores, las voces y las mantas, en demanda de la renuncia del
Presidente, comenzaron a ser lugar común en los actos públicos, en las
manifestaciones y en las redes sociales. El desdén del Presidente y sus
colaboradores hacia los padres de las víctimas y hacia la población en general
han polarizado las cosas, dando lugar a un escenario en el que gobernantes, que
desdeñan y amenazan al pueblo que pretenden gobernar, se aferran a sus puestos,
rodeándose de tambores para amedrentar y al mismo tiempo incitar a la
violencia, mientras el pueblo que ha dejado de creer en ellos, se rebela
pacífico pero inmutable, convirtiendo en motivo inmediato de chacoteo cualquier
proyecto anunciado desde el poder, configurando en un todo la crisis imposible
del México donde no pasaba nada.
La conducta del
Presidente, manifiesta en los actos de corrupción que hoy son del dominio
público, lo imposibilitan de facto para seguir gobernando. Su mal ejemplo es
hoy moneda de legitimación para sus colaboradores y para buena parte de los
gobernadores que replican esas conductas en sus estados, haciendo de la
corrupción y la violación a las leyes la forma normal y cotidiana de operación
en las dependencias públicas a lo largo del territorio nacional.
Es por todo esto que
la renuncia del Presidente es necesaria, mas no suficiente para resolver la
crisis que vivimos. Su salida no resolvería nada si todo el andamiaje de
corrupción e impunidad se mantuviese intacto. Otras acciones son igualmente
necesarias luego de más de 30 años de padecer gobiernos corruptos y de
propagación de sus prácticas a todo el aparato formado por las instituciones
públicas. Por eso la conformación de un nuevo congreso constituyente, que
retome el espíritu de la Constitución de 1917 y que garantice nuestra soberanía
y nuestro desarrollo futuro en el concierto de naciones, restituyendo los
derechos y obligaciones de los ciudadanos, defina un nuevo esquema de gobierno
que garantice la honestidad y el compromiso de los gobernantes, se vuelve absolutamente
necesario.
Debemos pasar de las
manifestaciones y protestas a una nueva fase de articulación social. He
expresado la necesidad de que sea la nación toda la que en una consulta
nacional decida el futuro que desea, una consulta realizada por los ciudadanos
sin la intervención infecta del gobierno, en la que la nación entera le diga al
Presidente que no le queremos más, ni a él ni a su corte.
Un ejercicio cívico
en el que los mexicanos decidamos además sobre los aspectos fundamentales que
es necesario cambiar o restituir, para lo cual es necesaria la participación de
organizaciones sociales que elijan los tópicos y temas en los que la sociedad
deba ser consultada.
Agradezco a todos
aquellos lectores que me han escrito para ofrecer su esfuerzo para la
cristalización de este esfuerzo, un proyecto así tomará tiempo, por ello estaré
preparando un planteamiento que presentaré en enero, adelantado sólo la
propuesta para su realización el 27 de septiembre próximo.
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